viernes, 11 de noviembre de 2011

La habitación de los secretos.

Antonio era un chico normal, estudiaba segundo curso de secundaria y sacaba buenas notas. Solo tenía un gran amigo, Álvaro, por que los demás compañeros de clase le llamaban el “raro”, pero a él eso no le importaba. Su madre se llamaba Carmen, estaba viuda, trabajaba de profesora en el colegio de primaria.


 Era feliz, aunque su padre había fallecido hace poco. Su padre se llamaba Antonio, como él, su padre trabajaba en un bufete de abogados pero un día le atracaron en la calle y en el forcejeo le clavaron una navaja en el pecho, murió. Esos días posteriores a la muerte de su padre fueron duros para su madre y para él, pero pronto se recuperaron y aceptaron la realidad.

Era sábado por la mañana y su madre le avisó que hoy irían a visitar a su abuela materna, que vivía en una casa de campo a unos diez kilómetros de la ciudad. A su abuela, llamada María Teresa, la veía poco y no sabía por qué, hacía dos años que no la veía y no tenía mucha confianza con ella. Carmen, su madre le aviso que irían a verla pero él se negó porque había quedado con Álvaro para jugar un poco a baloncesto. Como vio que su madre no cambiaria de opinión tuvo que llamar a Álvaro y avisarle. Hacía las diez de la mañana salieron para la casa de su abuela.

Antonio iba enfadado en el coche y en todo el viaje no habló con su madre, cuando salían de la ciudad por la ventanilla solo se veían campos de cultivo, cuando más se acercaban a la casa de su abuela había una gran vegetación de pinos y arbustos. Dentro de esa gran masa de vegetación se abrió un claro dónde estaba la casa de María Teresa. Llegaron a la casa y maría teresa los esperaba en la puerta, era un mujer elegante no iba muy arreglada y pese a su edad era muy bella, tenía una mas muy finas y delicadas. Había un gran perro en la puerta echado sobre una manta, Antonio se asustó al verlo.

Se bajó del coche y besó a su abuela, pasó con precaución al lado del perro, que ni se inmutó. Antonio fue directo hacia el sofá y encendió la televisión, como no había nada interesante salió al jardín de detrás de la casa. Estuvo allí sentado tranquilamente, y de repente llegó el perro y se echó a su lado, él asustado se intentó escapar pero el perro se levantó y lo siguió. Antonio se quedó parado y quieto, el perro lo seguía, hasta que su abuela salió al jardín y lo llamó.

-Antonio ven.-lo llamó su abuela.- te voy a presentar a mi perro, se llama Tarzán y es un rottweiller. Le explicó su abuela.

-La verdad es que si me da algo de miedo. Contestó él, sin dejar de mirar al perro.
- déjalo Tarzán no te va a hacer nada y ahora quiero que me hagas un favor, si no te importa. Dijo la abuela con una gran sonrisa en la cara.

-Vale, ¿qué tengo que hacer?- preguntó Antonio.

-Quiero que subas a la cámara, al último piso, donde en unas cajetas tengo un par de sartenes. Bájate la más grande que veas. Yo estaré en la cocina esperándote.- Le pidió María Teresa.

Con un poco de desconfianza comenzó a subir escalera, primero llegó al primer piso, donde estaban las habitaciones de su abuela y la de su madre. Como nunca había estado en esa planta pues pensó que echar un vistazo por las habitaciones no estaría mal. Primero entró en la habitación de su abuela, era una gran estancia muy amplia e iluminada, con vistas impresionantes de la sierra, que por cierto estaba un poco nevada. Abrió los armarios, la mesita de noche y en ella encontró una foto, de su abuela y de su madre montadas en un caballo blanco. Y encima de la de cama encontró un libro, seguramente sería el que su abuela se estuviera leyendo, era La isla del tesoro. Ya con todo registrado fue a la antigua habitación de su madre, la que era una habitación más pequeña pero muy encantadora y bonita, desde su ventana se divisaba el gran claro de la casa y el jardín, también le registró el armario, la mesita de noche y su antiguo escritorio, allí no encontró nada solo un poco ropa de su madre.

Ya con la primera planta vista, subió a la segunda planta, había tres habitaciones, una era la habitación de Tarzán para el invierno, otra era un pequeño ropero vestidor y la última habitación estaba cerrada con llave, pero al ser una puerta antigua tenía una gran cerradura por donde se podría ver algo. Antonio miró y vio un hilo de luz, que iluminaba un escritorio. Empujó un par de veces la puerta por si cedía pero estaba bien cerrada, por lo que desistió y finalmente subió a la cámara a por las sartenes que le había pedido su abuela. La cámara era una estancia amplia, muy iluminada, tenia estanterías y cajetas por todos sitios, debajo de una estantería estaba la cajeta de las sartenes, quitó el envoltorio y buscó la sartén, cogió una mediana llena de polvo. Bajo rápido aunque se paró en la segunda planta a mirar la puerta cerrada, preguntándose lo que escondía esa habitación.

Llegó a la cocina y le dio a su abuela la sartén, y mientras ella le quitaba el polvo y la limpiaba, el aprovechó y le preguntó.

-Abuela, mientras subía he visto que en la segunda planta hay una habitación cerrada y me ha entrado intriga y he mirado por la cerradura, he visto un escritorio, te lo digo por si me la puedes enseñar más tarde, porque quiero saber que esconde esa habitación.- Le dijo su nieto con entusiasmo.

-No hay problema Antonio, esa es una habitación antigua que esconde muchos recuerdos e historias del pasado, luego más tarde antes de que te vayas vamos y la vemos, yo te avisaré.-María Teresa le contestó con una voz intrigante y curiosa.

Comieron tranquilamente, hablando del instituto y de los viajes de su abuela, Antonio no sabía a qué se dedicaba su abuela, nunca se lo había preguntado y ahora era el momento oportuno.

-¿A qué te dedicas abuela?-Preguntó con curiosidad.

- Antonio, yo soy escritora y antes era periodista, por eso estoy poco tiempo aquí en casa.- Contestó sonriendo la abuela.

Terminaron de comer y su abuela fue a lavar los platos. Su madre le aviso que para las siete de la tarde se volverían a la ciudad. Rápidamente fue a la cocina y le dijo que como ya mismo se irían, que le enseñase esa habitación. Su abuela accedió. Los dos subieron, la abuela cansada y Antonio con rapidez y nerviosismo subió muy rápido.

La abuela introdujo la llave en la cerradura y abrió la puerta,  solo había una línea de luz, hasta que su abuela abrió la ventana y se iluminó toda la estancia, él pudo ver el escritorio que había visto antes, también vio que la habitación estaba llena de estanterías repletas de libros. Pero lo que más le llamó la atención fue que colgada en la pared había una espada, algo sucia y llena de polvo. Que haría allí eso se preguntaba Antonio y que hacia esta habitación llena de libros aquí, toda su cabeza se puso en funcionamiento y empezaron a surgirle preguntas, que se las iba a formular a su abuela, pero ella viéndole las intenciones rápidamente le paró los pies le dijo.

-Se que tienes muchas preguntas que hacerme sobre esta habitación, pero no será hoy cuando te cuente todo, otro día que vengas con más tiempo te contaré todas las historias que esconde  esta habitación, estos libros y especialmente esta espada.-Le dijo ella.- ¿Te gusta leer?- Le preguntó al momento.

-Sí, si es un buen libro si.- Contestó un poco desanimado.

-Pues elige el que tú quieras de los que hay aquí.- Le ofreció su abuela.

Antonio dio una vuelta mirando por la habitación, buscando algún título que le llamase la atención, al final se decidió un libro de historia de España. Al rato de coger el libro, su madre lo llamó para que bajase para irse ya hacia la ciudad. Antes de montarse en el coche, besó a su abuela y acarició a Tarzán. Se montó en el coche y se despidió con la mano de su abuela, a la que quería volver a ver pronto. Ya por el camino cuando salieron del claro de la casa de su abuela, abrió el libro de historia de España, pasó páginas y en la hoja de dedicatorias vio unas líneas escritas, era una letra muy rara que no llegó a entender pero ya se lo preguntaría a su abuela, la próxima vez que la viera.

miércoles, 20 de julio de 2011

La amistad cambia al mundo

Don Ignacio entró por la puerta, dejó los libros sobre la mesa y saludó a todos sus alumnos, los cuales habían dejado de hablar para prestarle atención.
-Hoy vamos a comenzar la clase revisando los relatos que os mandé la semana pasada, y empezaremos por orden de lista, cuando os nombre vendréis a la mesa con vuestra silla para analizarlo bien -Dijo Don Ignacio con entusiasmo- Otra cosa, los demás o corregís frases sintácticas o trabajáis otra asignatura
Empezó conforme dijo, por orden, primero llamó a Laura, que era de las que más destaca en la clase, cogió su silla y se sentó a su lado, no pasaron cinco minutos cuando ella se levantó con cara de satisfacción por el trabajo bien hecho y quedó felicitada por Don Ignacio.
Así uno detrás de otro iba pasando los alumnos, unos con agradecimientos  y con recomendaciones. Llegó el turno de Cristina una chica musulmana, con unos ojos negros que levantaban admiración por sus profesores, pero esos mismos ojos despertaban odio por parte de algunos de sus compañeros de clase, menos de su mejor y única amiga, Ana. Sus compañeros murmuraron cuando ella se levantó, estuvo un tiempo sentada con don Ignacio, ellos dos se llevaban muy bien, él la apreciaba por la manera de afrontar las dificultades que tenia con sus compañeros. Después de Cristina iba Ana, ella era la única que la quería
Llamó a Ana, estuvieron sentados poco rato y también fue felicitada por Don Ignacio. Antes de que volviese a su pupitre él le dijo que luego pasase por su despacho. Luego en el pasillo Ana  y Cristina empezaron a hablar.
-¿Qué te ha dicho sobre tu redacción?- Pregunto Ana intentando olvidarse de que luego tendría que hablar con Don Ignacio.
-Pues, nada fuera de lo normal que mejore las faltas e intente darle un sentido más profundo a la historia.- Dijo ella mirando el suelo.de repente sin esperárselo le lanzaron un estuche a la cara. Corriendo fue hacia el baño  por que le había comenzado a salirle sangre por la nariz, cuando iba por el pasillo se oyó en unísono el grito: ¡Fuera de aquí mora!, Ana salió rápido detrás de Cristina corriendo, cuando dobló la esquina se encontró a Víctor, con el que chocó  y Ana cayó al suelo. Él le tendió la mano para que se incorporara, y le preguntó.
- ¿Qué le ha pasado a Cristina? Es que la he visto sangrando. 
-Pues, le han tirado un estuche a la cara.- Dijo ella con un poco angustiada, corriendo le cogió la mano a Víctor  y lo llevó a la puerta de los baños, en ese momento sonó la sirena que señalaba el comienzo de las clases pero ellos nos e movieron del lugar sino que esperaron hasta que salió Cristina, en su rostro desprendía consternación y desprecio hacia aquellos compañeros de clase. Miró a sus amigos y fueron fuera a sentarse.
Sonó de nuevo la sirena y Ana se temía lo peor llegó la hora de hablar con Don Ignacio, quedó con Cristina en la puerta del instituto.
Ana entró en el despacho de Don Ignacio, estaba muy nerviosa, sus manos sudaban y le dio  un tic nervioso en el parpado. Él con un gesto de mano le indico que se sentase.
-¿Qué tal ha ido el día? He oído que ha habido un problema en el intercambio de clase y por eso no has asistido a la última clase. Mira Ana nosotros estábamos aquí para hablar de la bajada académica que has tenido, pero primero cuéntame lo que ha ocurrido.
-Estábamos Cristina y yo en la ventana echadas, de repente, mientras hablábamos  le tiraron un estuche en la cara, y cuando ella se fue al baño gritaron: “fuera de aquí mora”.- Ana estaba muy angustiada  y le costaba respirar. Don Ignacio se levantó a coger dos vasos de agua.
-Tranquilízate, te puedo preguntar una cosa Ana. Dijo don Ignacio
Claro que sí. Asintió un poco asustada.
¿Qué te ofrece Cristina para que sea tu mejor amiga? Pregunto arqueando una ceja
-Es muy buena persona, se puede confiar en ella, se puede hablar con ella  y la conozco desde que éramos muy pequeñas. Contestó un poco más tranquila
-Pues por ese motivo se meten con ella por ser distinta  a los demás, por qué ser musulmana y ser tan buena persona es lo que contradice a tus compañeros, ellos están acostumbrados a ver  a todos los inmigrantes como escoria humana y no es así,  también por eso se meten contigo, te ven diferente a ellos al ser amigos de la ``rara´´. Pero  la mejor medicina es hacer caso omiso a sus comentarios por fuertes y soeces que suenen.
-Lo sé, pero es muy difícil ir por el instituto y que toda la gente te vaya insultando, y este tema va a provocar que Cristina vuelva a marruecos.-Dijo Ana consternada.
-Bueno Ana eso lo intentaremos arreglar, pero ahora si vamos a hablar de tu nivel académico, ¿Qué te ocurre? -Pregunto son aire de seriedad Don Ignacio
-No sé, bueno si lo sé creo que no quiero pasar  al bachillerato, lo veo muy difícil, quiero ser la mejor doctora del mundo pero temo mucho miedo, noto en mi interior que no puedo superarlo. Dijo Ana mirando al suelo.
-¿Qué tiene miedo de bachiller? Mira vamos a hacer una cosa un día a la semana vienes a verme a mi despacho por la tarde, nos tomamos algo y me cuentas. Pero antes quiero que entregues por escrito todo lo que sientes en estos momentos tan complicados. Ya puedes marcharte si lo deseas.-le aclaró Don Ignacio.
Vale estaré aquí la semana que viene, adiós y gracias, dijo Ana esbozando una sonrisa
Salió fuera, y se encontró a Víctor tirado en el suelo, al lado de Cristina y cada uno con rasguños, sangre  y las ropas rotas. Se acercó rápido pero ninguno de los dos se movía, miró a su alrededor pidiendo ayuda pero no vio a nadie, eran las cuatro de la tarde, solo pensó  en Don Ignacio pero no quería dejarlos ahí tirados, por eso los incorporó, cogió el móvil y llamó a sus padres, pero ninguno tenía el móvil  a punto. Sin ninguna esperanza de que nadie apareciese por aquel lugar inhóspito corrió hacia el despacho de Don Ignacio quien estaba muy atareado corrigiendo exámenes, pero no dudo en salir a la ayuda de los muchachos.
Mientras iban afuera Don Ignacio llamo a la ambulancia y a la policía, para denuncia este hecho.
Cuando llegaron se encontraron a Víctor intentando incorporarse y llamando a Cristina, a la que se veía peor que al muchacho, él miro a Don Ignacio y cayó de nuevo en el suelo. En ese momento se oía las sirenas de la policía y de la ambulancia.
Ana entró en la sala de espera de la U.C.I, en una habitación estaba su amiga, Cristina a la que habían agredido, en ese momento llegó la familia de Cristina la que miraba por doquier buscando a Ana. Cuando estuvieron sentados más tranquilos todos salió el médico para dar el parte.
-Tiene algunas fracturas, y rasguños pero por lo demás esta estupendamente, esta misma noche la pasaremos a planta.- Tranquilizó un médico joven-. Ahora la familia me acompañará a poner la denuncia, y también no las podréis ver hasta mañana por la mañana cuando este más estable.
 Volviendo a casa Ana se sentía intimidada con toda persona que veía, cuando entró en su habitación, se tumbó en la cama boca abajo y empezó a llorar, no aguantaba más con esta situación de discriminación. Tenía miedo de la oscuridad, le producía terror a situación en la que se había involucrado, pero por el cansancio y el desgaste quedó dormida enseguida.
Víctor se recuperó muy rápido y también estuvo un tiempo en la habitación de Cristina dándole compañía.
Al día siguiente fue a ver a Cristina, la que le dio la mala noticia de que cuando se recuperase volvería a Marruecos y no volvería mas a este país. Ana aguantó el impacto de esta noticia, pero cuando salió del hospital se derrumbó, iba sin rumbo por las calles, llorando por la impotencia que le producía esta situación. Ella quería mucho a Cristina, eran amigas desde hace mucho tiempo y habían pasado tantos momentos juntas y ahora por una panda de niños racistas sin educación, su amiga tendría que abandonar el país.
Luego sentada en un parque tuvo una idea, iría al instituto y hablaría con sus compañeros, les haría ver que Cristina es una persona  normal y corriente y que no tiene nada que ver que sea musulmana.
Esa misma tarde se acercó al instituto y habló con Don Ignacio para contarle su plan y si podría contar con todo el apoyo del claustro de profesores. Don Ignacio le dio todo su apoyo y le cedió toda su hora para que diese una charla en su clase y abriese sus mentes. Esa noche Ana la pasó preparando la charla de mañana, a media noche le entró un poco de sueño pero pensó que era para Cristiana y sacó fuerzas de donde no las había.
Llegó la gran mañana, se levantó muy rápido, se vistió y fue a desayunar, aunque que no tenía mucha hambre. En el instituto no estuvo atenta a las clases, los últimos minutos de la clase anterior a la de Don Ignacio fueron una eternidad para ella. Cuando sonó la sirena ella estaba muy nerviosa y sus piernas no le respondían. Cuando entró Don Ignacio a la clase todo el mundo se calló le dejaron hablar.
-Hoy no he traído libros, hoy vamos a tener una charla, esa va a ser mi clase. –Dijo Don Ignacio- Venga Ana, te esperamos.
Ana  muy avergonzada se levantó muy despacio, respirando hondo y preparándose para lo que le esperaba. Se puso en la pizarra y empezó a hablar.
-Todos somos iguales, y primero somos personas, antes de musulmanes, cristianos, etc. Y aunque la religión influya en nuestra cultura y nuestra forma de ser, la valía de cada persona es en lo que es y lo que te llena a ti, no en la clase social que sea ni tampoco importa de la religión que sea. –Después de esto, algunos chicos de su clase se dieron cuenta de que iba el tema y prestaron más atención.  Antes de que siguiese hablando Ana Don Ignacio la interrumpió un poco y dijo, en voz alta: ¡Pasen todos! Todo el claustro de profesores que tenían hora libre se acercaron a petición de Don Ignacio, luego de esta entrada Ana siguió hablando.
Abordó el tema de la agresión de Cristina, no entendía por qué lo hicieron, ella no había hecho nada malo a nadie. Luego les contó cómo estaba en el hospital y que cuando se recuperase volvería a marruecos y no vendrían más.
-Por último, hago un pequeño llamamiento que os acerquéis al hospital y pidáis perdón a Cristina, es lo único que pido.- Terminó esto y se retiró con lágrimas en los ojos.
Todos sus compañeros empezaron a hablar, algunos lloraban, porque Ana les había hecho ver que lo habían estado mal y tenían que rectificar. Don Ignacio pidió silencio y comenzó a hablar.
-Esta tarde todos los profesores de Cristina vamos a ir a verla al hospital y para convencer a su familia para que no vuelvan a marruecos, creo que si queréis hacerlos bien y empezar a cambiar deberíais ir esta tarde y darle una sorpresa.- les dijo Do Ignacio.
Esa tarde Ana estaba con Cristina en la habitación, estaba también la madre de Cristina, que leía un libro. Cristina dormía profundamente. A media tarde llegaron unos cuantos profesores, don Ignacio entre ellos. Luego más tarde llegaron los demás profesores. Y luego poco a poco y con la sorpresa de Ana y Cristina, la habitación se fue llenando de compañeros de clase, que se pasaban por su lado, pidiéndole perdón. Hasta aforo completo en la habitación, muchos se salieron al pasillo y otro volvieron a su casa.
Cuando Cristina se recuperó y estaba en su hogar, un día de sorpresa, todos los compañeros de su clase se acercaron a su casa y estuvieron convenciendo a su madre de que se quedase, que cristina ya había quedado en los corazones de todos. Al final Cristina no volvió a marruecos y siguió en el instituto, donde sus compañeros ya la respetaban y la querían.
Días después mientras Ana y Cristina paseaban, Cristina le dio las gracias por lo que había hecho por ella, Ana solo le contestó, para que están los amigos. Rieron y siguieron paseando con total normalidad.


viernes, 15 de julio de 2011

Una noche heroica

Paseaba por calles solitarias de mi pueblo, mientras la luna iluminaba mi camino. El ambiente estaba muy tranquilo y no espera mayor exaltación. Después de un mal día solo tenía ganar de llegar a casa y descansar, poner los pies en alto. Solo me quedaba volver dos esquinas y estaba en mi calle. Cuando pasé la segunda esquina oí algunas voces a las que resté importancia, algún borracho pensé, pero antes de llegar a mi hogar volví a oír unas voces seguidas de un grito, de mujer. Rápido busqué con la mirada el origen de aquel sonido,  hasta que vi a una mujer, con sangre en el estómago, bajar la calle abajo perseguida por un hombre robusto.
En ese momento no supe actuar,  como en un impulso entré y cogí un palo que tenía en el portal, y volví de nuevo a la calle a plantarle cara. Cuando la mujer me vio se colocó detrás de mí y tuve que enfrentarme cara a cara con aquel hombre, que me sacaba varios centímetros de altura y tantos varios de anchura. Con la mujer custodiada le dije que llamase a la ambulancia y a la policía, pero en aquel momento de angustia eran palabras necias. Él tenía una navaja en la mano, con la que seguramente hirió a la mujer, y yo un palo. No sabía lo que hacer cuando vino la primera embestida del hombre lo esquivé como pude, pero la segunda no, caí al suelo, con suerte de que su afilado cuchillo no me rozó lo más mínimo. Me levanté con rabia, los nervios recorrían todo mi cuerpo. Lo vi acorralar de nuevo a la mujer y  me acerqué sigilosamente por su espalda, le di un garrotazo en el cuello y cayó lentamente. Luego mientras llamé a la ambulancia y a la policía, le pregunté a la mujer cómo estaba y me dijo que bien que solo había conseguido rajarla un poco.
 Ya con mis padres atendiendo a la mujer, que se llamaba Carmen, estaba más tranquilo. Todo quedó bien resuelto, la mujer se recuperó y al agresor, que iba borracho, lo llevaron a disposición judicial.
Años más tarde lo vi trabajar en la calle, de barrendero, y me inspiró lástima, aunque sus años en la cárcel se los tenía bien merecidos.  Días después de mi acto de heroicidad, por decirlo así, muchos periodistas y cadenas de televisión vinieron a visitar a la agredida, que no desveló mi identidad, cosa que yo le pedí. Para que el mundo sepa que no hace falta tener unas mayas y una capa para ser un héroe

miércoles, 13 de julio de 2011

Lorenzo, un gran entrenador.

-¿Estáis todos?-Preguntó Lorenzo, que pasaba por el pasillo del autobús, contando a sus jugadores.
-¡Sí!- Contestaron los jugadores.
Lorenzo muy rápido dio unas breves instrucciones al conductor del autobús, y vino a sentarse a mi lado.
Nos dirigíamos a Jaén, donde tendría lugar el partido más importante de la liga regular de baloncesto, la final, la que nos llevaba a Sevilla o nos dejaba en nuestro pueblo, Torredonjimeno.

A Lorenzo se le veía muy cansado, como si no hubiese pasado buena noche a causa de los nervios, yo era segundo entrenador del equipo, y a mayores rasgos el “pupilo” de Lorenzo, y también había pasado mala noche.

Pasada media hora de viaje el autobús se detuvo, estábamos en el polideportivo, primero bajé yo, para organizar las mochilas de los jugadores y coger el botiquín. Luego bajaron los jugadores que entraron muy concentrados al vestuario, se veía en ellos una gran concentración de cara al partido. Por último bajó Lorenzo. Vestía un chándal del club, su vieja carpeta y su pizarra, fuimos rápido al banquillo donde lo dejamos todo preparado.
-¿Estás nervioso?- Me preguntó Lorenzo.
-Si, lo estoy, pero todo esto se irá cuando empiece el partido- Le contesté. -¿Cómo vamos a empezar el partido, que tienes planeado?- Pregunté con mucha inquietud.
Pues, quiero empezar el partido en defensa al hombre, para empezar a conocer al otro equipo, y según como vaya el primer cuarto cambiaremos, y el ataque tengo pensado en hacerlo muy dinámico como hemos entrenado.- Me dijo.

Antes de que yo le pudiese hablar, llegó el entrenador del otro equipo, que se acerco a Lorenzo, y le estrechó la mano cordialmente. Mientras ellos hablaban llegaron nuestros jugadores, a los que les dije que calentasen muy bien y estirasen. También llego el árbitro, al que también saludó Lorenzo, que ya venía al banquillo, con cara de preocupación.

El árbitro se quitó la sudadera y silbó, quedaba un minuto para que comenzase el partido, Lorenzo llamó a los muchachos y los hizo sentarse en el banquillo, mientras él se puso en cuclillas y empezó a hablar:
 -Estoy orgulloso de vosotros por llegar hasta aquí, cosa que nunca había conseguido, y es gracias a vosotros. Solo quiero que disfrutéis del baloncesto, que hagáis lo que podáis y sobre todo, que luchéis.- Lorenzo se puso en pie y colocó la mano en medio, acto seguido todos la pusimos también, nos miramos complacidos y gritamos ¡Uno, dos, tres, Toxiria!

domingo, 10 de julio de 2011

Dos mundos en uno

La noche se cerraba sobre la ciudad y Nadir andaba sin pausa, admirando el bonito paisaje invernal: los árboles sin hojas, el cielo encapotado y, sobre todo el vaho que salía de su boca. Como todo indicaba la navidad estaba al acecho y Nadir veía a muchas familias pasear de tienda en tienda ultimando detalles para Nochebuena, un momento agradable y familiar. Notaba en los rostros de la gente el brillo de la felicidad, sobre todos los niños, que se preguntaban que regalo tendrían.
Siguió paseando por el centro. Las calles estaban iluminadas por bombillas y farolas, por un momento Nadir se sintió embriagado por el  espíritu navideño, hasta que dobló una esquina y se encontró en una calle oscura y húmeda, un contraste con lo visto anteriormente.
Con un sentimiento de cambio continuó caminando, veía muchas casas en ruinas. se cansó de pasear y volvió a casa, mientras andaba por calles oscuras, buscando una salida se encontró un hombre que estaba intentando forzar la cerradura de una casa, cuando vio a Nadir salió corriendo hasta que se perdió. Nadir con gesto preocupado quiso salir rápidamente de aquel lugar, al doblar la esquina oyó el llanto de un bebé y  se topó con el hombre de antes, ayudaba a su mujer a levantar el carrito,  Nadir pasó cerca y el hombre no le pudo aguantar la mirada, cuando estaban un poco lejos Nadir dio media vuelta y levantando la voz dijo:
-¿Por qué lo has hecho? Preguntó Nadir.
-Mi hijo necesita algo que llevarse a la boca y no tengo trabajo, no es por vicio sino por necesidad. Contestó el hombre avergonzado.
Nadir quedó un momento pensativo, sin dirigirle palabra, hasta que levantó la vista y le dijo.
-¿Por qué desperdiciaste  la oportunidad que tuviste estudiando? Preguntó con disgusto Nadir ,que miraba con un poco de compasión al hombre.
-Fui tonto, no me di cuenta a tiempo y lo desperdicié, con dieciséis años empecé a trabajar hasta ahora y no quiero que mi hijo pase por lo que yo pasé. Dijo el hombre agachando la cabeza.
-¿Cómo te llamas? Pregunto de nuevo Nadir.
-José. Contesto con serenidad
Nadir le tendió una tarjeta y le dijo.
-Mañana ve a esta dirección y tendrás un trabajo.
En cuanto dijo esto dio media vuelta y se marchó, dobló la esquina, dejó atrás el duro e impactante mundo real y volvió a un mundo de ensueño y fantasía.

Una larga espera

Hacía tiempo que nadie la visitaba, habitaba sola en su antigua y sucia casa donde se consumía con el paso del tiempo, su precioso pelo azabache había acabado en gris y su rostro invadido por las arrugas daban un aspecto débil y frágil.
Con la primera luz del día, ella se vio sentada en la misma mecedora donde había      permanecido los días anteriores, donde desde la ventana esperaba con deseo a su novio, él era un hombre alto de gran constitución, con el pelo rubio y los ojos verdes. Había partido con el ejército de  expedición a un lugar inhóspito, un lugar que no estaba ilustrado en el mapa, pero  así lo recordaba ella con su gran pelo rubio y sus ojos verdes, de vez en cuando miraba el reloj y en su cara se veía el disgusto, ¿Qué le habrá pasado? , ¿Por qué se retrasará? Eran las preguntas que se hacia todos los días.
El día que partió cumplía cincuenta y cinco años ella seguía allí sentada en su mecedora mirando por la ventana, de repente sus ojos quedaron clavados en la calle e intentó levantarse pero sus piernas no la soportaron, cayó en la mecedora,  hizo un segundo intento y lo logró, se apoyo en la mesa, dio un paso y su piernas flaquearon, perdió el equilibrio y cayó en el suelo, quedó allí tendida.
``Llegó a una gran habitación blanca por donde mirase y sin puertas, ella seguía tendida en el suelo, miró hacia arriba y vio unos enormes ojos verdes, que la ayudaron a incorporarse, el hombre le tendió el brazo, y los dos se sumieron en el resplandor de la luz´´.

Sueños

 Oí un disparo en la habitación de mis padres, me levanté exaltado y corriendo me dirigí a  su habitación, cuando abrí la puerta, me quedé paralizado en el umbral, todo estaba oscuro, intente encender la luz pero no había, llame a mi padre y a mi madre pero no obtuve respuesta,  el estruendo volvió a repetirse pero ahora provenía de la habitación de mi hermana, fui muy deprisa hacia su habitación, llame a la puerta pero tampoco me contesto entre con rapidez pero ocurrió una cosa muy extraña.
De la habitación de mi hermana había pasado a un lugar extraño que por su apariencia seguramente sería una plaza, tenía una fuente y algún que otro escaño, estaba desértica no había ningún alma, con el pulso acelerado del tenso momento anterior intenté tranquilizarme, di una vuelta para investigar a mi alrededor, había algunas plantas, era un lugar poco transitado , si saber lo que hacer  tome asiento, estuve en ese lugar varias e interminables horas, cuando por fin me decidí, y busque una salida, no veía ninguna calle, ninguna casa , la plaza estaba rodeada por una fina neblina y no se distinguía nada, con las fuerzas consumidas por el cansancio volví a sentarme, mire a mi alrededor de nuevo por si se me había pasado algún detalle y de repente todo tenía razón, me dirigí hacia la fuente y tenía una abertura en su parte interior la que estaba abierta de par en par y me introduje por aquella abertura.
En unos segundos volví a mi casa de nuevo, estaba en el salón, la tele estaba encendida y yo intente apagarla pero no puede, la desenchufe pero seguía encendida, arruinado por estos intentos me dispuse a salir, pero la puerta estaba cerrada, me aleje un palmo y embestí contra ella, lo único que conseguí fue hacerme daño en el brazo,  después de varios intentos la puerta no cedió, entonces me quede un rato de pie en silencio pesando que antes parando un poco y usando la lógica había logrado escapar antes, vi un gran resplandor de luz en mis ojos y vi la ventana abierta, entonces caí en la cuenta de que era un primer piso que podría saltar por la ventana y me salvaría, así fue, como acto seguido a ese planteamiento, inicie esta acción, me acerque a la ventana, me subí al alfeizar con cuidado para no caerme de improvisto y matarme, ya que me tiraba tendría que saber donde caer para contarlo, cuando estuve bien posicionado miré hacia abajo y vi la corta distancia que había entre mis pies y el suelo, tragando saliva y un poco acongojado, me tiré contra el suelo, vi todo mi vida pasar en varios segundos y cuando entre en contacto con el suelo…….

Di un salto en la cama, es lo que me ocurría siempre quetenia alguna pesadilla o algún suelo del que quería escapar, peo luego pensé el sueño y no me explicaba varias coas, como los disparos , la plaza solitaria, la luz que al principio faltó en mi casa  y después el salto por la ventana , eran cosas muy estrafalarias.
Me quede en silencio un buen rato intentándolo responder a estas preguntas que se iban amontonado en mi cabeza, pero la única conclusión fue que los sueño son escenas de la vida cotidiana vistas de otra manera y que si existen los sueños y sabes descifrarlos podrás saber muchas cosas en las que fallas en esta vida.
Después de estos minutos reflexivos me levante de la cama, para ver a mis padres a los que bese en la frente y también me acerque a ver a mi hermana a la que arrope con ternura.