domingo, 10 de julio de 2011

Nuevas Culturas.

Llegó la época de la aceituna y yo, como de costumbre, esperaba con nerviosismo a que llegasen los aceituneros, una familia sevillana que se trasladaba a mi cortijo durante dos meses , venían en diciembre antes de las fiestas para luego volver a últimos de enero, la familia apellidada Medina estaba compuesta por Alberto Medina que era hermano de Pepe con respectivas mujeres Ángela y Mercedes, cada matrimonio tenía tres hijos, los hijos de Alberto y Ángela eran mayores de edad llamados Alfonso y Eva que trabajaban al igual que sus tres primos hermanos, llamados Pedro, Lolo y Pablo.
 A mis doce años las mejores experiencias de mi vida son las campañas de recogida de aceituna, solo por el hijo menor de Alberto y Ángela, Javier era mi mejor amigo, cuando estábamos fuera de época nos carteábamos semanalmente, contándonos todos los sucesos que nos ocurrían, a si que su venida la esperaba con ansias.
Así llego el día de su venida, yo estaba de camino del cortijo que estaba entre dos localidades poco conocidas Escañuela y Arjona ubicadas en la provincia de Jaén, por el cristal del coche se veían tractores y temporeros ir hacia su terreno para ganar su jornal, se veía un paisaje muy monótomo, de vez en cuando alguna liebre se dejaba ver por la cuneta, pasamos una curva y de repente se vislumbró una pared blanca entre olivos.
  Cuando bajé del coche, mire a la puerta del cortijo y allí estaba con la espalda echada en la pared, el aire se hizo oír y cuando lo miré a él no tenía palabras para describirlo, su pelo corto se había convertido en un mediana melena, sus dientes metalizados desaparecieron y ahora lucia con alegría una sana sonrisa, pero lo único que no cambió en el fue su mirada,  él me miro con sus grandes ojos negros azabache y me dijo-cuanto tiempo, yo le miré y le dije- la verdad es que si, fuimos a dar un paseo por el campo cuando los otros se fueron a faenar, no sabía que decirle su sola presencia trababa mi lengua pero cuando ya hubimos entablado una conversación fluida se fue todo obstáculo, ya por la tarde nos teníamos que marchar pero  así entramos en una rutina diaria menos los días en los que llovía, yo pasaba el tiempo leyendo y releyendo sus cartas mandadas con anterioridad, siempre nos tirábamos varias horas hablando, pero un día ya cerca del principio de febrero, Javier me avisó que dentro de pocos días volvería a Sevilla, desde ese momento no tenía muchas cosas de que hablar porque toda mi ilusión se veía marchitada por su marcha.
Llego el día temido, no trabajaban porque tenían que recoger el cortijo y volver a su ciudad, Javier no tenía que recoger ya que lo había hecho de madrugada, estuvimos hablando y me dijo que no sabía si el año que vienen volvería  por causa de los estudios, yo no dije nada me quede callada no tenía palabras, lo acompañe al coche y con un leve gesto a través del cristal me dijo; adiós.
 En los meses siguientes como era costumbre recibía alguna carta pero no recibí ninguna, entonces me olvide de él durante un tiempo y ese tiempo fue cuando paso un año y estábamos de nuevo en la recogida de la aceituna, mi corazón ansiaba su venida pero mi cabeza decía lo contrario, algunos días antes de su supuesta venida oí a mi abuelo discutir con alguien por teléfono pero yo no me alarmé, al final me decidí guiar por mi corazón y acabe aceptando que Javier vendría.
Llegó el día, todo mi cuerpo estaba inquieto y estuve en ayunas, solo esperaba su llegada, cuando llegue al cortijo y vi que el coche era diferente al de la Familia Medina, fui corriendo hacia el cortijo, y no vi a nadie conocido solo vi a unos cuantos hombre de color llamados por mi padre “negritos” gire mis ojos hacia la derecha y vi sentado en la silla un bebe mamando del pecho de su madre, toda la rabia que había acumulado con haberme creído que Javier vendría se fue solamente al ver a ese niño, me acerque hacia él y tendí los brazos en señal de que quería mecerlo entre mis brazos entonces su madre me lo cedió, cuando lo tuve en mis brazos y lo mire a los ojos negros, en este momento comprendí y me dije a mi misma  que este año Javier no estaría y podía ser que nunca lo volviera a ver, pero darle trabajo y un lugar donde dormir a unas personas que vienen a mi país para ganarse la vida es lo mejor que podría hacer, entonces me senté con el bebe y conocí una nueva y diferente cultura muy interesante.

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